Por:
Susana Gómez Ruiz

El capitalismo tiene modos de explotar a las mujeres muy directos y brutales, pero algunas veces utiliza formas muy sutiles, que son difíciles de percibir y atacar, como la que se camufla detrás de esa supuesta “manera fácil de obtener ingresos, siendo más boniiiiita todavía”.
Nos referimos a esas cadenas de ventas, que bajo la forma de “franquicias” de venta por catalogo de productos de belleza, limpieza, ropa, bisutería,… terminan embaucándonos, super-explotando nuestro trabajo, transforman nuestros vínculos de amistad, familiaridad y solidaridad en relaciones mercantiles, y que, al contrario que incrementar los ingresos familiares, los reducen y trasladan a empresas multinacionales que los sacan del país. Estas empresas, que funcionan a manera de sectas, comienzan estafando a algunas mujeres que serán en adelante las encargadas de perpetuar su propio embaucamiento e incluir a muchas más en la trampa, ya sea como clientas o como nuevas vendedoras.
Empresas capitalistas tipo Ebel, Avón, Jade …. no pagan salarios fijos, ni la hora trabajada, ni seguros sociales, no incurren en ningún tipo de inversión física y ni siquiera cubren los gastos de desplazamiento de sus vendedoras. Mientras, las mujeres atrapadas por estas “redes de estafa masiva” trabajan sin horario fijo, obligadas a “captar” a sus círculos familiares, laborales y de amistades más íntimos para provecho de este circuito mercantil informal.