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martes, 24 de julio de 2012

Sobre el día internacional del trabajo doméstico



Por: Susana Gómez Ruiz

Esta semana estamos celebrando el día internacional de trabajo doméstico, pero ¿qué tiene de reivindicativa y combativa esta fecha? Desde Insumisas creemos que no demasiado si lo reducimos al “reconocimiento social” (y a veces económico) de ese trabajo, pero muchísimo si volvemos a los afortunados tiempos en que las reivindicaciones del movimiento feminista y socialista se concretaban en la abolición del mismo, a través de su socialización.

Creemos que el reconocimiento, por sí sólo, no cambia las condiciones materiales y políticas de una relación de producción determinada. El trabajo doméstico, tanto el que realizan las empleadas domésticas a cambio de muchas humillaciones y de un muy reducido salario, como el que realizamos una buena parte de las mujeres en nuestras casas, con bastantes humillaciones también, pero sin salario, sigue siendo un trabajo ingrato y aislado. Como dice la veterana feminista Lidia Falcón el feminismo socialista debe tratar de “liberar a las familias del trabajo doméstico, rutinario, repetitivo, sin compensaciones, y de una productividad tan minúscula como es el servicio diario a unas pocas personas, que se sigue realizando con los mismos protocolos que en las tribus de Jehová, por más lavadoras de que dispongamos.”

La solución general al problema no es, por supuesto, explotar a otra mujer más humilde que nosotras para traspasarla una parte de nuestra doble explotación. La salida socialista tampoco es el reparto de las tareas dentro del mismo espacio privado, ya que eso no elimina el carácter individual, privado, monótono, arcaico y aburrido de un trabajo servil que continua prestándose, ni siquiera bajo una racionalidad económica capitalista, sino antediluviana. Como nos recuerda Lidia Falcón: “El socialismo no es sólo expropiar los medios de producción de los propietarios privados para convertirlos en propiedad colectiva, es también acabar con la familia patriarcal inserta en el modo de producción capitalista, y, en consecuencia, socializar los servicios personales que presta”. Para ello es fundamental transformar el trabajo doméstico privado en industrias socialistas, en las cuales hombres y mujeres (entre ellas todas las empleadas domésticas hoy precarizadas y a veces tratadas como siervas) puedan trabajar con plenos derechos laborales y disfrutando de las ventajas de la cooperación social, la planificación y los avances tecnológicos.

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